Para la mayoría de las personas el factor determinante para tener éxito académico es el nivel de inteligencia que cada uno tiene. Si bien es cierto que no se puede negar que es un hecho muy importante, no podemos obviar uno más significativo aún: los hábitos de estudio.
Se considera hábitos de estudio el tiempo que dedicamos a estudiar y lo que el estudio comporta en sí; es decir, no se trata sólo del tiempo o el esfuerzo que destinemos al ejercicio de memorización, sino el que empleamos en desarrollar todo el trabajo previo y posterior (resúmenes, esquemas, lecturas…). Además de la variable tiempo, debemos controlar la calidad del trabajo que se realiza en ese tiempo, y el ambiente en el que se desarrolla.
¿A qué edad hay que inculcar hábitos de estudio en los niños?
Los hábitos de estudio son adecuados, e incluso necesarios, durante toda la vida académica de una persona, ya que la dificultad de las tareas se incrementa con el paso de los años, y es conveniente haber cimentado desde pequeños una buena ética de trabajo y de esfuerzo.
Si nos paramos a pensar en los peques que empiezan el colegio con tres años, podemos plantearnos qué tienen que estudiar a esa edad para necesitar estos hábitos. Pues bien, puede que los colores, la grafía, los números o las vocales ya los conozcan y no requieran un trabajo extra fuera del aula, pero sigue siendo ideal que en casa se sienten todas las tardes con sus padres y repasen lo que han visto ese día en clase, que les dejen pintar libremente en un cuaderno o, mejor aún, que les lean un cuento.
El objetivo principal no es conseguir que adquieran muchos más conocimientos (en lo referente a los hábitos de estudio en esta edad eso es secundario), de lo que realmente se trata es de que desde pequeños entiendan que fuera del colegio hay que seguir haciendo cosas de clase, y que no hay dos mundos tan diferentes en donde en uno se estudia y en el otro no.
A esta edad puede que aún no vayan a la escuela, pero aun así se les deben inculcar unos buenos hábitos de estudio, puesto que después en las aulas se aprecia la gran diferencia que existe entre los alumnos que llevan tiempo trabajando en sus casas y los que se introducen en el sistema educativo a los seis años sin ninguna preparación previa.
Estas diferencias son subsanables y, de hecho, se pueden asumir al inicio, pero requieren un trabajo mucho mayor para docentes y padres si se desea que estos niños no vayan por detrás de sus compañeros desde tan temprana edad. Por eso, acostumbrar a los pequeños a tener unos buenos hábitos de estudio permitirá que, aunque sufran un retraso académico, puedan ponerse más fácilmente al nivel de sus compañeros.
A medida que nuestros hijos van haciéndose mayores las exigencias educativas crecen progresivamente con ellos y, por tanto, tener unas pautas adecuadas de estudio cobra cada vez más importancia.
Consejos para inculcar hábitos de estudio en los niños
Para inculcar hábitos de estudio en los niños lo primero que hay que tener en cuenta es que a la hora de ponerse a estudiar es necesario estar concentrado, tanto para ser más eficientes, como para aumentar el rendimiento de la memoria. ¿Cuántas veces hemos visto a niños que según se sientan dicen "me hago pis" o "tengo hambre"? Por ello, es imprescindible que tengan sus necesidades básicas (alimentación, sueño y fisiológicas) bien cubiertas si pretendemos optimizar su tiempo.
En el caso de los más pequeños debemos saber cuándo realmente sus demandas son ajustadas a sus necesidades, o cuándo simplemente lo que quieren es evitar los deberes. Para esto no hay nada mejor que conocer a nuestros hijos y saber que, aunque a veces mientan, otras dirán la verdad; es decir, si habitualmente mienten para posponer el momento de estudio, no quiere decir que siempre vayan a hacerlo.
En este sentido es importante que, a pesar de que se deba retrasar por algún motivo el comienzo de las tareas escolares, siempre se realicen, aunque sea a una hora distinta a la de todos los días; así el niño verá que no hay escapatoria y asumirá que, aunque gane algo de tiempo, al final tendrá que esforzarse y hacer los deberes.
En cualquier caso, es conveniente tener un horario fijo, y no modificarlo salvo que se den circunstancias especiales. Esta rutina horaria ayudará al menor a estar preparado para centrarse en la actividad que tiene que realizar.
Horario y zona de estudio
A la hora de fijar un horario de estudio adecuado, los padres tienen que analizar las circunstancias personales de su hijo, es decir, si éste viene de practicar alguna actividad deportiva, como jugar al fútbol, es conveniente que antes de sentarse a trabajar pueda descansar al menos quince minutos. El objetivo es que se encuentre descansado y no tenga que utilizar el tiempo de estudio para ello.
Por otro lado, lo más apropiado es que los deberes no se realicen muy tarde, puesto que es importante que sea una actividad diaria (al menos entre semana) y, si se comienza mucho después de la vuelta del colegio o cuando se aproxima la hora de acostarse, podría darse el caso de que por circunstancias como el sueño, o algún impedimento puntual, no se pudiese llevar a cabo, y no se estableciese bien la rutina, o se empezase a perder la regularidad. A este respecto, y aunque existen diversas opiniones sobre qué hora es la más adecuada para el estudio, está mayoritariamente aceptado que sea entre 15 y 30 minutos después de la merienda.
En lo referente al ambiente, hay que eliminar las distracciones para que el niño pueda prestar total atención a la tarea; esto supone no estudiar con la televisión encendida, ni tampoco en la cocina mientras los padres hacen otras cosas o charlan alrededor de su hijo.
El lugar de estudio debe estar recogido, limpio, bien iluminado (mejor con luz natural) y aireado, y contar con una silla cómoda, que evite que el menor adopte posturas que le podrían acarrear futuros problemas de espalda. Para los niños más pequeños, que no requieren hacer un trabajo muy específico –por ejemplo el repaso de colores o letras antes de los cinco años– se considera más oportuno hacer este repaso o las actividades que hayamos preparado para ellos en un ambiente tranquilo, pero no necesariamente tan estructurado.
¿Cuánto tiempo deben dedicar los niños a estudiar?
El tiempo que deben dedicar los niños a estudiar o a hacer los deberes tiene que aumentar progresivamente, teniendo en cuenta cuánto tiempo hace que se ha empezado a instaurar el hábito de estudio, y también lo complicado de la tarea que debe realizar.
En lo que se refiere a la dificultad de la tarea, evidentemente no es igual cuando el niño tiene siete años que cuando se encuentra en la etapa universitaria y, por tanto, el tiempo que requiere una y otra no puede ser el mismo. Así, dependiendo de la complejidad del trabajo, podemos evaluar cuánto esfuerzo es preciso dedicarle, y aunque ya hayamos establecido una rutina de estudio con un tiempo definido, puede que sea necesario incrementarlo puntualmente de acuerdo a las características de las tareas a realizar en cada momento.
Al principio de la etapa escolar –entre los tres y los seis años– debe primar la flexibilidad, y no hay que estructurar tanto la tarea ni el tiempo, puesto que lo más importante a estas edades es que el niño entienda la importancia del entorno familiar en la educación, y que interiorice que en casa también se estudia.
A partir de los seis años la educación se va formalizando y los aprendizajes se hacen más concretos; es en este momento cuando necesariamente hay que marcar un tiempo aproximado de trabajo diario. Es conveniente empezar por 15 o 20 minutos para que el pequeño se vaya acostumbrando a sentarse a trabajar; con el paso de los años deberá ir aumentando el tiempo de estudio, que será de unos 30 minutos a los ocho años, sobre 45 minutos a los diez años, y de una hora a los doce años. A partir de esa edad el tiempo se debe adecuar a la tarea a realizar, aunque siempre con un mínimo de una hora.
De todos modos, estos tiempos son orientativos y dependerán tanto de la capacidad de aguante del niño, como de su capacidad para el estudio. No olvidemos que no hay dos niños iguales.