Para los niños, el juego es un asunto muy serio. A través de esta actividad desarrollan muchas de sus destrezas y se van formando una imagen del mundo. El juego simbólico es particularmente importante pues se refiere a la capacidad del pequeño para imitar situaciones de la vida real y ponerse en la piel de otras personas. Se trata de una actividad en la que el niño pasa continuamente de lo real a lo imaginario.
A través de este juego el niño representa, de forma simbólica, los roles y las situaciones del mundo que le rodea. Este juego implica “hacer como si” comiera, usando un palillo en vez de una cuchara o “hacer como si” fuera la madre o el doctor de su muñeca.
Se trata de una actividad que le ayuda a ampliar su lenguaje, desarrollar la empatía y, sobre todo, consolidar sus representaciones mentales. También es una vía para que el niño canalice sus preocupaciones e incluso le permite encontrar soluciones a sus conflictos ya que recrea diferentes situaciones a través del juego.
¿A qué edad comienza el juego simbólico?
Generalmente el juego simbólico comienza a los dos años, aunque depende mucho de la madurez psicológica de cada niño. Esta actividad aparece cuando el pequeño desarrolla la capacidad para crear y trabajar mentalmente con los símbolos.
En un primer momento el niño se limita a reproducir la vida cotidiana de los adultos, los cuentos que les leen sus padres y los dibujos animados. De hecho, a los dos y tres años la visión del niño aún es muy egocéntrica y prefiere jugar solo o con sus padres. Sin embargo, poco a poco, a medida que se consolida el lenguaje, su imaginación y la capacidad de representación; va recreando escenarios más complejos, frutos de su fantasía e incluye a otras personas en el juego.
De hecho, un aspecto fundamental de esta nueva actividad es el juego compartido. En un primer momento el niño comparte su juego con los padres pero más adelante comienza a disfrutar jugando con sus coetáneos. En este punto son capaces de establecer una meta común y ciertas normas del juego. Poco a poco, el juego simbólico se complejiza y se hace grupal, por lo que pasa a ser un proceso de socialización propiamente dicho.
Este cambio se produce a los 4 o 5 años, edad en la que el niño ya tiene las herramientas psicológicas necesarias para compartir el simbolismo del juego con otros pequeños. Así, la niña que antes jugaba a ser la madre de su muñeca, ahora incluye en el juego a otros pequeños, que asumirán diferentes roles, como el padre, el doctor y la maestra.
Tres ideas para estimular el juego simbólico
Aunque el juego simbólico es una actividad espontánea, los padres también pueden estimularlo.
- Juega con tu hijo. Aprovecha cualquier ocasión y sumérgete en el mundo de fantasía que ha creado tu hijo. Siéntate a beber té o juega a los médicos. Disfruta de ese momento y ayúdale a aprender, intentando que la situación sea lo más cercana posible a la realidad.
- Asegúrate de que tenga juegos de roles. Tu hijo se sentirá más motivado si tiene un kit de repartidor de correos, una cocinita perfectamente equipada o un kit de primeros auxilios. De hecho, ni siquiera es necesario que compres esos juegos, puedes confeccionarlos en casa.
- Ayúdale a recrear personajes y situaciones. Si tu hijo aún es pequeño, es probable que tenga un repertorio limitado de situaciones y personajes que puede imitar. Por eso, puedes proponerle nuevos personajes y contextos con las que tu hijo se pueda identificar, que estimulen el juego simbólico.